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domingo, 4 de abril de 2010

Legión de Angeles (Legion): Cuando Dios se cansó de la humanidad.




Hay muchos motivos por los cuales se decide hacer una película. Uno como espectador quisiera que fuera siempre por amor al arte, por la calidad indicutible de su guión o, en último caso, por probar esos geniales efectos especiales que un chico de Tokio inventó. Lo que sucede en esta oportunidad es que transmite la sensación clara de haberse escrito para vender.
Legión cuenta la historia de cuando Dios decide destruir la tierra, cansado de la humanidad. Miguel se rebela y cae para salvar a la única esperanza: un bebé que está en su último mes de gestación en la panza de una camarera en medio del desierto. En la estación de servicio en que trabaja se desarrolla la historia.
Más allá de los aspectos técnicos, es una trama en la que nos vamos desorientando poco a poco, en la que nos encontramos una y otra vez con callejones sin salida ni esperanza, y nadie nos dice cómo o por qué llegamos allí. El bebé es la salvación, porque sí, y no se le da tampoco la importancia como para que nos lo creamos. El antagonista es invencible, y la razón que finalmente se nos da para vencerlo sólo merece un ¡plop!. Se espera que nos creamos todo sin hacer preguntas y lo que es peor:  no viene con folleto explicativo. Es una película de acción fantástica: mucha bala, patadas entre ángeles, sangre y decadencia moral.
Siempre los mesías y las historias de armagedón han sido buenos ganchos publicitarios. Muchas veces el problema radica allí, en que la fuerza de la producción radica sólo en el tema que esta trata olvidando aspectos técnicos básicos. Legion no es la excepción a esta regla. La trama se diluye en el camino, el guión se traba a sí mismo y no permite salir de los nudos con fluidez. Los personajes son débiles y predecibles, además poco conectados entre sí, como si hubieran sido escritos carácteres al azar. A poco andar se transforma en una exigua cruza entre "zombieland" y "Constantine", forzada e inverosímil.
Los efectos especiales no son, valga la paradoja redundante, nada especial.
Por el lado bueno, la música es coherente con el argumento, agradable de oír y adecuada a lo que se intenta expresar; asímismo la fotografía y el tratamiento visual también son una contribución sensible a la trama. La caracterización de los personajes es interesante, aunque adolece de la explicación del significado. Se siente que nos quisieron decir algo, pero no se entiende qué.
En conclusión: Si te invitan a verla, ve, pero no gastaría mi dinero en ella.

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