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viernes, 18 de junio de 2010

E. levi: El mago que no venera la magia.

Eliphas levi.jpg
fuente imagen: acriatura.wordpress.com

Quiero partir esta nota aclarando que ésta no es una crítica literaria. No soy amante de la literatura, no entiendo su teoría y mis raros acercamientos a los académicos han sido más frustrantes que explicativos. A mi ignorante modo de ver un libro se mide por la influencia de una idea en el mundo o por la capacidad de un autor de encender las ilusiones de los hombres.

Eliphas Levi, o mejor dicho Alphonse Louis Constant (1810-1875), fue uno de muchos magos del s. XIX, que vivieron el floreciente interés por el misticismo. Claro que Constant, a diferencia de  otros más célebres, no tiene hoy en día la influencia que Mme Blavatsky o McGregor Matthers.
La literatura de E. Levi es tan amplia como sus intereses. desde canciones hasta panfletos de carácter político que le valieron días de cárcel. Fue un gran lector, que en su pobreza siguió siempre destinando dinero a la adquisición de nuevos conocimientos. Elaboró una doctrina a la vez propia y universal, por cuanto intentaba concertar los pensamientos a veces belicosos de su tiempo. Fue abad, diácono, Francmasón y Rosacruz, sin embargo acabó siendo nada más que el mismo, ser humano desnudo ante la verdad inexorable de la muerte.
¿Por qué? ¿Por qué un hombre que albergaba un conocimiento tan apetecido ha sido tan olvidado?
E. Levi conocía los secretos de la magia. El mismo había llevado acabo las hazañas invocatorias que quedan relatadas -a modo casi anecdótico- en su trilogía más destacada: Histoire de la magie, Dogme et rituel de la haute magie y La Clef des grands mystères. El mismo había probado su intuición y superado los obstáculos de las iniciaciones más exigentes y sin embargo, siempre se mostró reacio a la práctica de lo que él siempre consideró irrelevante frente a aquellos misterios que promete saber pero explica no poder revelar. Insiste hasta el cansancio en la búsqueda de la virtud y sin embargo asume -como los grandes filósofos chinos- la pequeña naturaleza del ser humano con sus enormes defectos. E. Levi es, en cierta forma, un rebelde dentro del sistema religioso paralelo que representaron las sociedades secretas de su tiempo.


Fuente de la imagen: http://thebiggestsecretpict.online.fr/nwo/004_EliphasLevi_solomon_seal.jpg

Para él, todas las herencias son reductibles a símbolos. En el discurso que pronuncia al ser iniciado en la masonería así lo afirma: « Vengo a aportar en medio de vosotros las tradiciones perdidas, el conocimiento exacto de vuestras señales y emblemas, y por lo tanto, mostraros el motivo por el cual vuestra asociación fue constituida... » (CAUBET, Souvenirs, París, 1893).
El comprende que todos los dogmas son fórmulas de una verdad que no logramos comprender cabalmente, especialmente si nos perdemos en sus símbolos. Es confundir el mapa con el territorio que éste representa. Su interés fue el sentido de la existencia, una existencia en la cual el poder perseguido por quienes usualmente se interesan en los estudios mágicos, es una pequeñez comparada con las maravillas que sin intervención humana alguna se albergan en la naturaleza. Y es esa probablemente (además de su pasado en la Iglesia) la razón por la cual se pierde su enseñanza: su doctrina no busca darle un poder práctico al ser humano sino hacerle comprender por la razón, que no posee tal poder. "El Gran Arcano Mágico, el Arcano único e incomunicable tiene por objeto poner, por así decirlo, el poder divino al servicio de la voluntad del hombre. Para llegar a la realización de este Arcano es preciso SABER lo que se debe hacer, QUERER lo exacto, OSAR en lo que se debe y CALLAR con discernimiento" (en «El Gran Arcano del Ocultismo Revelado»). Su insistencia en la virtud y la voluntad del hombre así lo afirman. Sus textos explican como sólo la verdadera voluntad producirá efectos reales, mientras que el ensueño de hechizos y sortilegios no hacen más que dar paz al narciso corazón de quienes sean tan débiles como para no poder enfrentar la cruda verdad de la existencia humana: Sophia enamorada de sí misma. Esta es la trampa de la magia que él buscó revelar.
En este crítico siglo las verdades de E. levi encuentran sentido: el ser humano busca la magia porque necesita la sensación de control que ésta le proporciona, alejándolo -paradójicamente- del único verdadero y a la vez tan relativo poder, aquél que la sabiduría china llama "el no-hacer".
A mí modo de ver, E. Levi se resistió a ser un cínico y por ello no encajó bien en las sociedades que pudieron haber sido su gloria. Para quien haya tenido acceso al epílogo de "la clave de los grandes misterios" y haya podido observar la franca piedad de su corazón, el gran arcano del que habla quizás sea revelado.
Yo, creo que la magia no existe, es sólo una formulación primordial que mientras más se desarrolla y evoluciona, más se niega a sí misma y por tanto sólo puede sobrevivir en el cinismo de la hechicería.

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